Humano es el
ruido
del corazón en el silencio
como un goteo del hombre
en la noche inmensa,
como un condensado
y preciso aliento.
Humana es la sombra
sobre el hueco de la espera,
la huella del ser
por los senderos prohibidos
o la fuerza del eco que envuelve
las voces verdaderas.
Humano se siente el atajo
y el golpe de amor desvivido,
el miedo
a una amenaza incontrolable
que nos pone
delante del suicidio.
Humana es la sequedad
olvidada de un inmenso grito,
la potestad de una nube,
de una esfera,
de un niño aislado en el viento.
Humano es el
cruce nuevo
en la alborada desierta,
el avance que arranca del delirio,
el eje que aguanta la soledad perfecta.
Humana es la actitud de un alma
con su cuerpo dolorido,
la
impaciencia del deseo
en un improvisado escenario
con tendencia al precipicio.
Humano es el tálamo henchido
de mundos, de lunas, de cantos,
de aire, de luces, de muertes,
de primaveras cubiertas
por viejos aromas prohibidos.
Humana es la duda
y la creencia insobornable
en un Dios, en una quimera,
en un vacío desesperante,
en una ciencia hábil
fría, milimétrica, determinante.
Humano es amar lo imperfecto
y el sueño delirante que cubre
las aristas de un corazón dormido.
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