sábado, 2 de julio de 2016

Paradigmas IV



Nos espera una emboscada de estrellas,
un atajo de luz atado fieramente al aire
en el último instante, en el último rastro.
Tan fugaz como el tiempo será la muerte,
dueña de un pequeño espacio
donde secar los huesos y las simientes.
Al viento, la piel con toda su armadura,
las arrugas que forman las máscaras,
la tierra que cubre los cuerpos.
Todo se queda en ese pequeño ámbito
oculto, en los destellos de una llama,
en el lugar donde moran las luciérnagas.
Nuestra presencia no invade nada,
somos invisibles a los ojos del silencio,
puro deseo antes del límite.
Una frontera, un muro separa las lunas,
los crepúsculos de colores, la estable
condición de un faro rígido y misterioso.
El alma, solo el alma, llevará nuestros restos
como una reliquia, como un presagio.
A solas con nuestra ínfima y etérea memoria.