sábado, 18 de julio de 2020


Un ángel caído alarga la sombra
de un ciprés semidesnudo, aterido.
Las alas sin rumbo agitan los ecos
mientras avanza la noche embrutecida.
La memoria nos ahoga en el silencio
como un océano de espumas rebeldes
y olas cubiertas de restos invisibles.
Nos golpea con la dureza cierta
y sublime de lo imbatible.
Otros espacios sin luces nos dominan,
no se ocultan entre los sueños,
y también extienden sus dominios
hasta los límites del misterio.  
El alma es un péndulo que ausculta
cada rincón de nuestro cuerpo
en un eterno y eficaz movimiento.
Después nos habla, nos dirige,
y deja un poso de duda y ensueño.