martes, 17 de febrero de 2015

                                  (A mi padre)
                         
Llueve y llega el olor del barro
desde la tierra abierta.
Es el mismo olor del surco desalmado,
de  la selva eternamente mojada,
de las oscuras veredas que al alba
entregan el sudor en su carámbano.
El mismo olor de la tormenta,
del huracán viril y despiadado.
Huele a sombra, a silencio,
a otoño entre viñedos desmantelados,
a viento enredado entre las norias
y los trigales vivos del verano.

Huele, en fin,  (a mi memoria).

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