domingo, 30 de octubre de 2016

Testimonio

Ayer encontré en una sombra afilada
el calor de las estrellas diminutas
y la luz de los espacios infinitos. 
En realidad, no buscaba nada,
pero hallé en el aire un eco elíptico
y una voz sin estructura, callada.
Sentí el pulso de las rocas,
el avance de la savia,
las cálidas entrañas de las cosas
como un flujo directo a la conciencia.
Pensé también en la vida,
en los grandes hechos de la historia,
en la ciencia, el arte, la técnica,
quise darle al hombre su importancia.
Volví a mí, al rincón del alma,
y para aplacar las ansias de las dudas

llené de Dios mis palabras.

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